Ya pasaron los nervios, el histeriqueo. Llegué al aeropuerto de Barajas y llamé a mi hermana por el móvil para tener la mente ocupada, para impedirme pensar que en la sala de llegadas me recibiría Luisito.
Allí estaba, esperando como fiel caballero, armado con una sonrisa nerviosa. Dos besos y un medio abrazo. Fuimos a por el coche y él no paró de hablar. Nombraba cada pueblo por el que pasábamos y repetía: “No me puedo creer que estés aquí, bobita”, sin parar. Fuimos a su casa, llegamos casi a las dos de la madrugada y compartimos cama e insomnio.
Ninguno durmió, pero no porque pasara nada, sino por lo raro de compartir cama. Al día siguiente se repitió la historia. Al otro, nos fuimos a París.
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6 comentarios:
París es todo, debe ser eso.
Me gusta este lugarcito. Voy a volver.
Muchas gracias.
Jaja, te he leído un rato y me recuerdas un poco a Bridget Jones.
Me gusta lo que escribes, espero que tengas suerte y encuentres pronto a tu rana o a tu príncipe (o a un tío normal, nunca se sabe ;P )
¡Besazzos! =)
Bridget Jones???? Jajaja, Luli; ya me gustaría acabar con un Mr Darcy (aunque, entre nos, Hugh Grant es para mí el símbolo sexual por excelencia)
Gracias por pasar. Besos,
V.
Linda anécdota.
Yo viví algo parecido.
Ahora... nunca pasó nada?
Besos!
Ojo, pasó que nos reconocimos como amigos; pasó que compartimos momentos memorables; pasó que vimos atardecer en lo alto de la Torre Eiffel; pasó que dimos un paseo nocturno en barco por el Sena; pasó que estuve en la Ciudad del Amor con el mejor amigo que he tenido en mi vida... Todo eso pasó.
Fue una experiencia excelente, por lo que veo.
Sos muy afortunada
te felicito! :)
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