A menudo nos empeñamos en buscar cosas donde no las hay. Conocemos a alguien que aparenta ser muy buena persona, simpático, amable y detallista; casi acto seguido nos empieza a rondar por la cabeza la idea de que no es oro todo lo que reluce, que segurito segurito que hay gato encerrado, y que el tiempo nos demostrará que esa persona ni es tan buena, ni tan simpática, ni tan de lo otro.
Sin embargo, conocemos al típico chulito, rudo, con respuestas que en ocasiones pueden ser cortantes, hirientes, o nos encontramos con el típico ligón que se lía hoy con una, al rato con otra y más tarde con las dos (un suma y sigue de conquistas, vamos), ¿qué hacemos entonces? Fácil: pensar que en realidad él no es así, que busca el amor de su vida (cuyas características coinciden, cómo no, con las nuestras) y que todo lo malo que dice y muestra no es más que pura fachada, que debajo de todo eso se esconde una gran persona que nos hará felices.
A veces lo complicamos todo por querer ver más allá de lo que hay, a veces deberíamos dejar de tejer intrigas y, simplemente, permitir que nos lleve la corriente. Empeñados en teorizar, nos negamos el sentir.
jueves, 26 de agosto de 2010
lunes, 16 de agosto de 2010
Y punto.
Los hombres están como putas cabras.
Todos.
Ni se te ocurra decirme que tú eres la excepción...
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